La historia del vestido de novia

Blanco, crudo, marfil, crema… son la opciones que barajamos hoy en día cuando pensamos en vestidos de novias. 

 

Sin embargo, esto no fue siempre así. 

 

Hasta el siglo XX, el color blanco estaba reservado para las presentaciones en sociedad y el color por excelencia para las novias, era el negro. Lo habitual era vestirse de negro y se utilizaba el color blanco para los complementos como el velo, y flores de azahar que simbolizaban la pureza.

El 10 de febrero de 1840, la historia del vestido de novia cambió con el enlace entre la reina Victoria de Reino Unido y Alberto de Sarjonia-Coburgo. La reina eligió un lujoso vestido blanco, nada habitual en la época ya que los procedimientos de entonces hacían muy costoso conseguir este tono. El retrato de la novia fue difundido por toda Europa y muchas novias de la clase alta optaron por vestidos similares.

Tras este hito, el color blanco se fue popularizando entre la clase alta y se convirtió en sinónimo de inocencia, pureza y riqueza. No obstante, no fue hasta después de la Segunda Guerra Mundial cuando esta tendencia se extendiera a la clase media y se hiciera más popular. Hasta entonces, la clase media vestía sus mejores galas para el día de su boda.

 

Finalmente, la influencia de iconos de la moda como Grace Kelly o Diana de Gales, cuyos vestidos todos recordamos, afianzó definitivamente la tendencia del vestido de novia blanco

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